El Intruso (octubre 2005, Ciclo Onírico)
Un día soñe que una tarde gris y lóbrega,
caminaba por una de las calles del Casco Antiguo de Zaragoza, un barrio bastante
deteriorado y decrépito y al pasar frente a una de sus casas, me
sentí atraído hacia la oscuridad que exhalaba un gran portón de madera, abierto
de par en par, como una monstruosa boca esperando devorar a quién se atreviera
a cruzar el umbral, y sin poder evitarlo entré.
La fachada estaba en consonancia
con la calle en sí, vieja y sucia y el patio interior, oscuro y lúgubre, estaba
lleno de polvo y suciedad por todas partes. Olía a rancio, a viejo y a humedad.
En la penumbra se divisaba a la
izquierda una gran escalera de madera. Ancha y con un pasamanos a su derecha
terminado en un pomo, todo ello de madera también.
Los escalones estaban rematados
con ornamentos de bronce sucio y gastado.
En definitiva todo era antiguo y
vetusto pero exhalaba todavía cierto aire señorial perteneciente a una época
pasada de gloria y esplendor. Un conjunto en el que se respiraba decadencia por
todos sus rincones pero por el que me sentía extrañamente atraído.
E invadido por la curiosidad y
tal vez con algo de inquietud a la vez, comencé a subir por la escalera. Avancé
por el centro de la misma observándolo todo y al poco me encontré con algo
inesperado.
Hacia la mitad del primer tramo
de escalera y antes de llegar al primer rellano de la misma, me topé con un
montón de gente, posiblemente indigentes. Curiosamente todos ellos eran
personajes de muy baja estatura y su aspecto y su semblante parecía indicar que
aquellas gentes demacradas, paupérrimas, se habían abandonado a sí mismos,
resignados a una triste vida, sin esperanza ni futuro de ninguna clase.
Hombres y mujeres se habían
instalado literalmente en la escalera y la habían convertido en su hogar,
dotándolo de algunos enseres y electrodomésticos.
Recuerdo a una mujer poniendo una
lavadora y a otra tendiendo la colada en una cuerda colocada entre uno de los
barrotes de la escalera a la derecha y la pared del patio a la izquierda.
Ellos no parecieron advertir mi
presencia de manera que sorteando a algunas personas que permanecían sentadas
en los peldaños, en una actitud aparentemente ociosa, continué subiendo por la
escalera como si fuera atraído por algo desconocido que me estuviera esperando
arriba.
Finalmente alcancé el primer
rellano en el que la puerta de una vivienda había desaparecido. Del interior de
la misma emanaba un halo de misterio como si dentro de aquel lugar existiera un
profundo secreto que hubiera permanecido oculto durante décadas.
Entré y avancé unos pasos por el
interior de la habitación. Esta era alargada y estrecha, formando un rectángulo
perpendicular a la posición en la que me encontraba con el hueco de la puerta a
mi espalda.
Estaba decorada con muebles
antiguos, decimonónicos y por su aspecto estaba claro que el abandono se había
instalado en aquél lugar. Todo estaba lleno de polvo y suciedad que daban a la
habitación un aspecto lúgubre y mugriento.
Había un silencio anormal y la
penumbra era solo rota por un intruso rayo de sol que haciendo brillar las
motas de polvo que flotaban en el ambiente, penetraba oblicuamente por un
ventanal redondo situado en la pared de la izquierda incidiendo sobre una
pequeña porción del suelo como si quisiera llamar la atención de ese minúsculo
espacio por algo en particular.
Observaba la escena desde dos
perspectivas diferentes, una desde mi propio punto de vista como protagonista
del sueño y otra desde la pared del ventanal, viéndome a mí mismo entrando en
la habitación, y ambas se iban simultaneando.
En frente y un poco hacia la
izquierda, cerca de la pared del ventanal se abría otro hueco de una puerta que
daba acceso a una habitación contigua.
Estaba cubierto por una especie
de cortina de tiras que colgaban casi hasta el suelo y que se mecían muy suavemente
impulsadas por alguna ligerísima brisa procedente de algún lugar desconocido.
Entre las tiras de la cortina
pude atisbar que el interior de esta habitación era muy parecido al de la que
me encontraba en ese momento. En su pared izquierda, que era la que yo podía
ver desde donde me encontraba, había viejas estanterías acristaladas que
parecían contener vetustos volúmenes e instrumental de laboratorio cuya
finalidad me era desconocida. Entonces por un instante creí atisbar a una
persona que vestía una bata blanca y que de espaldas a mí se inclinaba sobre
una mesa manipulando un objeto que no pude observar con detenimiento; parecía
estar realizando algún experimento secreto y no haber advertido mi presencia.
Y en aquel momento comenzó a
invadirme una extraña sensación de temor; una sensación creciente que me hizo
poner alerta. De pronto tuve el convencimiento de que de un momento a otro,
algo monstruoso iba a salir de la habitación de enfrente abalanzándose sobre mí
y cobrándose venganza por haber sobrepasado un límite prohibido, por haber
invadido un espacio secreto donde se estuviera forjando algún tipo de
malignidad. Un ente procedente de algún lugar situado más allá del espacio y
del tiempo, algo que de pronto se fuera a materializar de la nada y cuya
aproximación a esta realidad se iba notando paulatinamente y hacía que el lugar
en el que me encontraba permaneciera expectante. Una sensación de inquietud que
me invadió todo el cuerpo y que me dejó al mismo tiempo paralizado, clavado en
el suelo e impidiéndome salir corriendo de aquel lugar maldito, que parecía
había sido testigo de la invocación de un horror indescriptible del que me era
imposible huir. Y sin embargo sentía una gran curiosidad por saber cómo era el
monstruo que en breves iba a acabar conmigo.
Pero no pude saberlo porque no
recuerdo nada más, posiblemente desperté del sueño y ahí acabó todo, pero estoy
convencido de que si hubiera durado un poco más, aquella abominación se hubiera
materializado ante mí, y ahora me la imagino retirándose hacía su lugar de
origen, maldiciendo y mascullando su fracaso por no poder llegar a atraparme al
haber despertado a tiempo.
Siempre he temido volver a tener
este sueño porque creo que si algún día se repite, el monstruo avanzará por los
senderos del espacio-tiempo mucho más deprisa, para poder atraparme antes de
que vuelva a despertar y hoy en día se dedica a esperar pacientemente a que
vuelva a penetrar en su onírica realidad. Así que cuando en sueños vuelvo a
penetrar en una casa vetusta, polvorienta y decadente, deseo fervientemente que
no sea la del sueño que acabo de describir porque temo que de ser la misma, en
esta ocasión, no me dé tiempo a despertar y aquel habitante de lo profundo
acabe arrastrándome a su realidad. Una realidad, la de los sueños, tan próxima
a la nuestra que en ocasiones se confunden y se superponen de tal manera que es
difícil distinguirlas la una de la otra.
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